Córdoba, pasado y presente (o historia y coyuntura) - Parte I


Algunos aseguran que la marca de su rebeldía puede rastrearse en el mismo momento de su nacimiento, cuando J.L. de Cabrera desobedeciendo las órdenes del Virrey del Perú, fundó la ciudad a orillas del rio Suquía.
La lectura de una Córdoba "de los extremos", recorre toda la historia de una ciudad y una provincia desgarrada en sus contradicciones antitéticas de las que pareciera nunca llegar a una síntesis. 
Condenada por haber sido un primer "bastión" de la reacción contra Mayo. Ya Sarmiento se quejaba de esta ciudad "detenida en el tiempo": “La ciudad es un claustro encerrado entre barrancas; el paseo es un claustro con verjas de fierro; cada manzana tiene un claustro con monjas y frailes; los colegios son claustros; toda la ciencia escolástica de la Edad Media es un claustro en que se encierra y parapeta la inteligencia, contra todo lo que salga del texto y el comentario. Córdoba no sabe que existe en la tierra otra cosa que no sea Córdoba” (D. F. Sarmiento, Facundo).
Oscurantista y clerical, la Córdoba "de las campanas", fue sin embargo faro de un movimiento político y cultural que gestó el nacimiento de una hora americana, en el temprano siglo XX. Movimiento que se desplazó por el continente y mutó en diferentes y variadas formas, incluso más radicalizadas que el propio acontecimiento reformista.
"Isla democrática" con Amadeo Sabattini, el último y tardío Yrigoyenista (¿o el primer peronista?), en los años de la Argentina del "fraude patriótico", que engendró la tradición de un radicalismo populista del que surgió la "rareza" de un movimiento obrero radical que incluso resistió al vendaval peronista.
De cuna del golpe gorila del 55 a vanguardia nacional de eventos y nuevas tendencias revolucionarias, con sus dos cordobazos, el movimiento obrero combativo y el mismo clasismo, uno de los fenómenos más avanzados de la historia del movimiento obrero argentino.
Epicentro también del desafío intelectual de los "gramcisanos argentinos", con la mítica Pasado y Presente, que creyeron en su momento obrerista, encontrar en esta "ciudad de frontera", a la misma Turín Argentina (más allá del triste camino que este grupo adoptó en los años posteriores). 
Siempre esquiva en su "extremismo", a los progresismos del tono que sean, reacia a las medias tintas. Y así también sensible a los planteos "federalistas", contra el centralismo y la dominación del puerto. Quizá, para entender esto, habría que remontarse hasta los momentos decisivos de los triunfos y las derrotas de las guerras civiles argentinas, cuando la hegemonía de Buenos Aires impuso su proyecto de país, lo que no es sinónimo de Nación. Ya que la llegada tardía al concierto internacional y la génesis cobarde de sus clases dirigentes, limitó las posibilidades de realización nacional, condenada al vasallismo y la sumisión a los imperios. La atomización interna del país, producto de este desarrollo atrofiado o desigual y combinado, no estuvo excenta de "injusticias" no solo para Córdoba, sino para con muchas otras regiones. El sentimiento federal, quizá tenga en esa larga historia, bases materiales y concretas de explicación, aunque por supuesto que con distinto valor, ya se trate de pueblos oprimidos o de clases dirigentes. El "campo" supo explotar coyunturalmente en su última batalla, esa aspiración federalista. Pero no siempre cumple un rol reaccionario, también estuvo presente en la relativa autonomía que según algunos historiadores, logró el movimiento obrero en los años sesenta y setenta y su negativa a subordinarse a las órdenes de la burocracia "porteña", lo que estampó una tónica peculiar en su desarrollo.
Hasta hoy se siguen discutiendo las causas de una Córdoba siempre "a contra mano" y hasta no faltan las explicaciones psicologistas que la etiquetan como "bipolar".
Seguramente la historia y la comprensión de este entramado político y cultural, explica muchos elementos del pasado reciente e incluso prepara para los futuros acontecimientos, que tuvieron y tendrán un carácter siempre explosivo con sus buenas y malas consecuencias, a quienes luchamos por un proyecto revolucionario.
Aunque la situación política y las relaciones de fuerzas sociales del momento presente, requieren de un análisis de la reconfiguración estructural de las fuerzas económicas, del resurgimiento de una nueva y poderosa clase obrera, así como de una juventud estudiantil que sigue imponiendo su impronta a la ciudad y no puede excluirse en la elaboración de cualquier proyecto estratégico. Sólo desde allí puede pensarse el escenario de las fuerzas políticas y las hipótesis de desarrollo de la lucha de clases, así como las tareas preparatorias necesarias. Abordaremos esto en un próximo post. 





  

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