La juventud, la política y la obstinación reformista (ni buena, ni mala...simplemente incorregible)


José Natanson es un ejemplo de cómo una determinada estrategia política puede contornear análisis e hipótesis mas o menos inteligentes, bien pensadas y hasta bien escritas, pero que encuentran su límite en las aspiraciones miserables, conservadoras, incapaces de atravesar el horizonte de "lo posible". Cuando se descubre la juventud del autor, más o menos de la misma generación que la nuestra, la sorpresa es mayor. Seguimos en general "El Dipló" en su edición cono sur (o las columnas en Página 12) y las editoriales a cargo de Natanson nos dibujaban la imagen de un señor sesentón, un "alma cansada", socialdemocratizado, cuyo "tipo ideal" podría ser un... Ernesto Laclau.
A su último libro"¿Por qué los jóvenes están volviendo a la política? De los indignados a La Cámpora" -en realidad un breve ensayo-, le pone un poco más de onda, pero no escapa al laberinto de un tímido reformismo, que de tan utópico, deviene en zonzo.
La enumeración que hace de los acontecimientos mundiales protagonizados por jóvenes en los últimos años, no deja de sorprender. Desde la primavera árabe, con Tunez y Egipto como emblemas, a los indignados españoles, los estudiantes chilenos, el #yosoy132 mexicano, las movilizaciones juveniles en Portugal, los "ocupantes" de Wall Street o los jóvenes que rompieron todo en Londres, Liverpool y Nottingham en 2011, luego del asesinato de un joven negro y pobre a manos de la policía, que llevó a The Economist a titular "Anarchy in the UK".
La definición que hace de la juventud como fenómeno económico socio-cultural, más que etario es interesante. La juventud como un producto moderno de la pos-guerra, que aparece primero como actor social hacia los sesenta y luego como protagonista político. Nacidos y crecidos en los "treinta gloriosos", sin el peso de las derrotas y traiciones de  las generaciones anteriores, que habían vivido desde el terror de la crisis del 30, hasta el nazismo y la carnicería de la Segunda Guerra. Las condiciones de vida del boom (posibles gracias a la destrucción de la crisis, la guerra y las traiciones estalinistas), que posibilitaron un "reverdecer" capitalista, subieron las aspiraciones, con una ampliación fenomenal de los que accedían a la universidad, la protección del "welfare estate" (que actuaba también como contención al peligro de la revolución); procesos que de conjunto llevaron a lo que el autor llama un "abismo generacional". Una juventud que ganó protagonismo social, luego cultural y finalmente político.
El paralelo o las similitudes pueden ser pertinentes con la emergencia de la juventudes en el presente. Sin la mochila de las derrotas setentistas y producto de variadas modernizaciones "neoliberales" (simplificando), con los desarrollos desiguales y combinados que producen fenómenos "paradójicos" como la existencia de jóvenes con una alta formación académica y una oferta de empleos precarios o directamente la condena de la desocupación.
Los descubrimientos de Natanson no son más que la expresión de la forma de funcionamiento del Capital, que encuentra el principal límite en su propio "metabolismo", cada vez más enfermo y decadente. El mérito del autor es graficar este fenómeno general con algunos ejemplos concretos que demuestran como opera este proceso "aberrante" en las contradicciones que cruzaron a la juventud durante gran parte del siglo XX, y también en el presente. Ciclos de desarrollo (en la época imperialista, cada vez más débiles) donde hay empleo, cierto ascenso social, producen una conciencia reformista, que se estrella con el devenir de las crisis y con ellas, de las oportunidades revolucionarias. No es casualidad que los fenómenos juveniles descritos por el libro estén en realidad ocupando el proscenio en el mundo "pos-Lehman", acontecimiento que abrió una nueva crisis histórica que va camino hacia su quinto año y lejos está de encontrar resolución.

La Cámpora, La Coordinadora, kirchnerismo y alfonsinismo

En el análisis del proceso argentino, hay otro acierto de Natanson. Lejos del relato mítico de que los jóvenes kirchneristas vendrían a continuar "por otros medios", pacíficos y democráticos, la utopía setentista, el autor se remonta al momento alfonsinista y compara a La Cámpora con La Coordinadora de los jóvenes radicales, con quienes comparten todos sus vicios y ninguna de sus virtudes. Como lo demuestran las recientes elecciones universitarias, ni con todos los recursos del poder estatal volcados a las camarillas llegaron a dirigir ninguna organización de masas (lejos del reinado que alguna vez tuvieron los jóvenes morados).
Y la comparación tiene cierta legitimidad. Si el alfonsinismo vino a continuar en lo social, la contrarrevolución iniciada por la dictadura, con concesiones democráticas producto de las formas de la caída militar con la movilización popular; el kirchnerismo vino a restaurar la autoridad estatal que implosionó en el 2001 y para el éxito de su obra, también se vio obligado a las concesiones sociales parciales y cierta "ampliación de derechos" democráticos, sin modificar el núcleo duro de la conquistas del capital sobre el trabajo, sino más bien todo lo contrario.
Consumidores de poder, mucho más que hacedores, según una buena definición tomada de Martín Rodríguez.
La repolitización de la juventud es mucho menos producto de la voluntad política del kirchnerismo, que de la etapa abierta por el 2001. Y los límites de las juventudes, tanto del alfonsinismo, como del kirchnerismo, están en el carácter de esos movimientos políticos: progresistas (según la definición pro-positiva de Natanson); y en tanto progresistas, conservadores (según nuestra definición). 
Es en el balance donde se produce el derrape moldeado por los límites de la estrategia política. 
Según Natanson, los jóvenes de la Coordinadora no supieron realizar el "parricidio" correspondiente antes del giro a la derecha de Alfonsín que coronó el Pacto de Olivos. No supieron construir a tiempo el "posalfonsinismo", muriendo políticamente en el parlamentarismo gris.
Y ese es el desafío que le plantea a La Cámpora, generar su propia agenda política y proponerse como actores nuevos del trasvasamiento generacional.
Culminando, el libro se torna un "cuento celeste" en el país de las maravillas kirchneristas, para el que Natanson pide final feliz.
Pero son las ausencias (como bien observó FL) las que destruyen de un plumazo su castillo de fantasía reformista. Ni Jorge Julio Lopez, ni Mariano Ferreyra (tampoco Luciano Arruga y tantos otros), tienen lugar en el libro. Parece que las últimas muertes fueron las "duhaldistas" de Kosteki y Santillán. Luego fue todo primavera, con las mil flores de La Cámpora creciendo de arriba para abajo (y todavía se atreve a decir verbitskyanamente que la "microizquierda trotskysta vive en sus mundos de fantasía de siempre").
Finalmente, Natanson tranquiliza a los jóvenes kirchneristas y les advierte que "La Cámpora, cuya conducción disfruta de espacios de poder equivalentes a los de los jóvenes alfonsinistas, asciende en un contexto de normalidad -al menos para los cánones argentinos- y no enfrenta -al menos hasta el momento- el riesgo de una derechización del kirchnerismo..."
El "al menos hasta el momento" devela el trauma inconsciente de la "traición Frondizi" que todo progresista sufre por naturaleza.
El "momento" es el de la alianza con Gerardo Martínez, como uno de los sindicalistas fieles, de Sergio Berni, como el Coronel Kilgore de Trapalanda, que anda persiguiendo delegados y desalojando cortes, para después judicializar la protesta social. Lo último  fue la ley menemista del fin del "nunca menos", si no son giro a la derecha, pasa bastante cerca.
El cuento celeste de la juventud pro-poder de un movimiento anti-poder, se evapora en la etapa superior de la Restauración. La nueva juventud se hará en lucha contra el conservadurismo derechista o progresista, la batalla es por la estrategia verdaderamente radical, combativa y "anti-poder",  a la que Natanson renunció cuando todavía no había dejado de ser joven.

Comentarios

  1. Muy bueno. Sobre todo la descripción de la "vejez política" del autor y la comparación con Laclau

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  2. Desarrollo algunas ideas a partir de tu buen post.

    La hipótesis de Natanson sobre la “seducción” del kirchnerismo “pro-poder” hacia la juventud “anti-poder” basada en mostrar una “tensión” entre gobernar y “enfrentar a las corporaciones”, es inseparable de la operación de hacer desaparecer a la izquierda en la juventud.

    Y aquí entra un tema interesante, que ayer estábamos hablando con otros compañeros: al menos en el movimiento estudiantil universitario se ve una situación “ochentista” en el sentido de una amplia militancia política distribuida en cientos de agrupaciones, que van desde corrientes burguesas (radicales y peronistas, aunque ambas necesitan disimular sus pertenencias partidarias tras agrupaciones de “servicios”) hasta múltiples corrientes de izquierda con centenares de militantes, desde la Mella hasta las juventudes del PO y el PTS, pasando por decenas de corrientes tanto “independientes” como populistas. La situación no tiene nada que ver con los ’90. Según Christian Castillo, en Sociales de la UBA hay unos 600 militantes sumando todas las agrupaciones. Hay que analizar cada facultad, para ver la magnitud de este fenómeno, incluso en las universidades del conurbano y el interior del país. Pero con una rápida mirada se ve que la militancia universitaria es, al menos en las facultades humanísticas, de varios miles.

    La múltiple militancia estudiantil de izquierda universitaria que Natanson no quiere ver (con lo cual demuestra ser un pobre analista), anticipa que la militancia juvenil del izquierda que ya existe en el movimiento obrero, crecerá no sólo entre los sindicalizados (muchos referentes y activistas del llamado “sindicalismo de base” son jóvenes) sino también en los no sindicalizados, los que no conocen los “beneficios” del “modelo” K, los que están llenos de odio y cuando estallen...
    La Cámpora no entra en la universidad porque esa “tensión” que describe Natanson entre ejercicio del poder y “enfrentamiento a las corporaciones” queda evidente como puro doble discurso. Tampoco entra en el movimiento obrero por esto mismo: por ejemplo en la Alimentación, sus poquísimos militantes terminaron siendo parte de la "corporación" Verde de Daer…

    La comparación de la Cámpora con la Coordinadora radical de los ’80, para desgracia de Natanson, deja abierta la posibilidad que así como la Coordinadora estalló en el fin de ciclo alfonsinista sin que las grandes corrientes de izquierda de aquella época pudieran “estar a la altura” (el PC porque recibía los cascotazos de la caída del Muro, el MAS recibiendo también ladrillazos por estar subordinado al PC en Izquierda Unida, adaptado al electoralismo y al sindicalismo nada combativo del régimen, es decir, por no estar preparado como un verdadero partido de combate), esta vez el lento pero inevitable fin de ciclo kirchnerista abre la posibilidad que una juventud de izquierda verdaderamente revolucionaria, no sólo estudiantil sino también (y fundamentalmente) trabajadora, permita que algo realmente novedoso tome cuerpo en ese reverdecer internacional de la juventud. Para pasar de la indignación a la lucha consciente contra el sistema, con la única clase capaz de encontrar una salida progresiva a la crisis capitalista (contra los reformismos tipo Natanson que en Europa significan ajustes y represión), la clase obrera.

    Pero no está prefijado que vayamos a estar "a la altura". La adaptación de muchas corrientes de izquierda, como la Mella y el PO, al régimen universitario, con sus politiquería rosquera (tan bien reflejada en "El Estudiante"), sus bares y fotocopiadoras, y sobre todo su escepticismo hacia todo lo que huela a revolución, va hacia repetir la experiencia del PC y el MAS de los '80. Nuestra urgencia es construir una alternativa que impida que esta tragedia se vuelva a repetir.

    Saludos, FL

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