Pablo Iglesias y su Gramsci a la carta




Juan Dal Maso y Fernando Rosso

En su reciente artículo publicado en publico.es y reproducido en el blog amigo gramscimanía, Pablo Iglesias realiza una interpretación de la teoría de Antonio Gramsci, tendiente a justificar su política electoral, después del cimbronazo sufrido por la dirección de PODEMOS ante la dimisión su "número tres", Juan Carlos Monedero. 

El artículo tiene cierta coherencia interna pero está, sin embargo, plagado de operaciones ideológicas que de conjunto expresan una degradación del pensamiento gramsciano. Veamos por qué. 

En primer lugar, Iglesias asimila los conceptos de hegemonía y guerra de trincheras con el de "lucha cultural" y esencialmente “superestructural”. Si bien es una interpretación posible de algunas formulaciones de los Cuadernos de la Cárcel (la de Iglesias sería como una versión "posmoderna" de la apropiación realizada por Palmiro Togliatti) trabajos como The Gramscian Moment (Brill, Leiden-Boston, 2009) de Peter D. Thomas, del cual hemos realizado distintas críticas o el de Alvaro Bianchi, O Laboratório de Gramsci (Campinas, Alameda Editorial, 2008) demuestran que solamente forzando en un sentido "culturalista" la lectura de la cuestión de la hegemonía puede realizarse esa asimilación sin establecer matiz alguno.

Dice Iglesias: “Gramsci fue el primero en entender la hegemonía no como la necesidad de las organizaciones socialistas de liderar a sectores subalternos distintos a la clase obrera o de aliarse con sectores de la burguesía, sino como el conjunto de mecanismos supraestructurales, sobretodo en un sentido cultural (…)”

Sin embargo en un “pasaje legendario” (Iglesias dixit) Gramsci afirma que la hegemonía “si es ético-política no puede no ser también económica, no puede no tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejercita en el núcleo decisivo de la actividad económica” (C13 §17).

En segundo lugar, de esta primera asimilación de lucha por la hegemonía con "batalla cultural", Iglesias da un paso más y degrada a aquella a la "lucha electoral por imponer un relato" (en la Argentina esto significó un largo camino desde el kirchnerismo hacia el peronismo moderado).

“Y es que el poder en las sociedades avanzadas no sólo se expresa a través de mecanismos coercitivos, sino predominantemente a través del consentimiento y el consenso”, dice Iglesias.

Sin embargo, en otro pasaje tradicional (citado hace algunos años acá en polémica con el kirchnerismo) Gramsci explica que “la técnica política moderna ha cambiado por completo luego de 1848, luego de la expansión del parlamentarismo, del régimen de asociación sindical o de partido de la formación de vastas burocracias estatales y "privadas" (político-privadas, de partido y sindicales) y las transformaciones producidas en la organización de la policía en sentido amplio, o sea, no sólo del servicio estatal destinado a la represión de la delincuencia, sino también del conjunto de las fuerzan organizadas del Estado y de los particulares para tutelar el dominio político y económico de las clases dirigentes. En este sentido, partidos "políticos" enteros y otras organizaciones económicas o de otro tipo deben ser considerados organismos de policía política, de carácter preventivo y de investigación” (C13 § 27).

De esta definición no se desprende que estas “vastas burocracias” estatales y privadas (que en el siglo XX llegaron a transfigurarse en un "sistema" aberrante de estados nacionales, bajo la dirección de los estalinismos varios), tengan el “consenso” como práctica predominante. O en todo caso es un consenso tutelado con métodos de policía política, un consenso que se parece mucho a la coerción o a la coacción. Si Iglesias observara la burocracia sindical “consensual” sobre la que se apoya su admirado kirchnerismo laclausiano o la propia burocracia sindical de su país, debería revisar estas conclusiones simplistas con las que intenta teorizar su oportunismo electoral. Aquí se ubica nuevamente por detrás de la teoría gramsciana del Estado integral que Gramsci resumía como "dictadura + hegemonía" (C6 §155).

Y ya que Iglesias habla de "legendarios pasajes" sin mencionar cuáles, podemos citar el célebre fragmento "Análisis de situaciones y relaciones de fuerzas" (que se puede leer en el C13 §17 y ya citamos más arriba) en el cual se plantean tres niveles de las relaciones de fuerzas: sociales, políticas y político-militares, de forma tal que la conquista de hegemonía, que para nosotros implica la constitución de un partido proletario que luche por ella, es inseparable del desarrollo del movimiento social de la clase obrera y a su vez no puede detenerse en una influencia "cultural" sino que abre paso al "momento político-militar" que Gramsci ejemplifica con el arquetipo de una guerra de liberación nacional, pero cuyo equivalente de clase es la guerra civil. 

Es decir, la lucha por la hegemonía no se reduce ni a la "lucha cultural" ni a la "electoral", mucho menos si, como en el caso de Iglesias, el mundo se descompone entre "políticos que crean un relato" y "electores que optan por uno u otro relato", división que curiosamente se parece mucho a la distancia entre "dirigentes y dirigidos" contra la que Gramsci consideraba que debía luchar el marxismo como teoría y movimiento histórico. 

En última instancia, el pensamiento de Iglesias es que ser hegemónico significa conquistar una mayoría. Por eso, todos los gestos que viene haciendo para ubicarse en el "centro", que provocaron múltiples cuestionamientos hasta la dimisión de Monedero. En el mismo sentido dice que PODEMOS nació para ganar las elecciones generales, a tono con su idea de que "el Estado es la última esperanza de los pueblos" (según afirmó en una entrevista con Chantal Mouffe). Se guía por una idea similar a la de Stathis Kouvelakis que sostiene que "hay que tomar el Estado sin dejarse tomar por él". Esta especie de utopía pos-poulantziana vuelve a reproducir el mismo problema al que hacíamos referencia más arriba: ¿a partir de qué cambios reales en las relaciones de fuerzas sociales y políticas se proponen estas "izquierdas" como Syriza y PODEMOS llegar al "poder" y de qué "poder" estamos hablando?

Puesto que la única forma de "tomar el Estado sin dejarse tomar por él" es con una estrategia de movilización revolucionaria de las masas obreras y populares (lo que implica destruir el Estado), las políticas de "utilizar el apoyo popular para ganar las elecciones con un discurso de centro" no sólo es lo contrario de "NO dejarse tomar por el Estado" sino que es directamente funcional a la recomposición de la autoridad estatal (capitalista) en crisis.

En otro lugar, hemos criticado el “posicionalismo sin guerra de posición” de PODEMOS o Syriza. El posicionalismo absoluto es impotente porque niega la maniobra o la deja para eventuales momentos que nunca llegan (y por lo tanto no se prepara para ella). Pero el “posicionalismo vacío” que reivindica Iglesias es una degradación grotesca que algo explica la crisis actual de PODEMOS: antes de “llegar al poder” ya tienen crisis por sus capitulaciones. 

Sucede con Iglesias lo que contradictoriamente ha sucedido con muchos "gramscianos": del análisis de las revoluciones pasivas como procesos, pasaron a la reivindicación de la revolución pasiva como "proyecto" (para utilizar una expresión de Massimo Modonesi). La "antítesis vigorosa" de la que hablaba Gramsci no es del agrado de esta izquierda electoral sin fuerzas sociales.


Comentarios

  1. Qué tal, Fer, unas preguntas al vuelo:

    La crítica abierta, marxista-gramsciana (o trotskysta), "de/por izquierda", "de denuncia", etx, a Podemos, ¿no viene siendo el lugar común, anunciado, esperable/repetido, y por esto mismo, más o menos cíclico o inconducente?

    Si la intención de Podemos es legítima (es decir, si realmente tienen "buena fe" y "zurda intención", por así decirlo...), dado el panorama actual de la partitocracia española, pareciera que lo mejor que puede llegar a pasar en las inmediatas elecciones es que gane Podemos; pero esto no es ni seguro y tal vez ni probable. ¿Cuál es el rol entonces de un ataque por izquierda?

    Podemos opera precisamente esperando ese ataque, lo cual más o menos conocemos a dónde va a parar (con esa "lógica laclausiana" según la cual pareciera que la resignación es la meta y el suicidio el método), ¿pero esto no implica hacerles el juego y tomar ese lugar "cómodo" (y tal vez inútil) en lugar de explotar mejor la situación?

    Otra pregunta: ¿De dónde surge la decisión respecto al grado de confianza (o desconfianza) que suscita en un sector de la izquierda Podemos?, ¿preven una castización inevitable de su cúpula (por vía reformista)?, ¿se atajan ante la duda?
    ¿Hay alguna parte de la "denuncia", digamos, que se refiera a una traición concreta que no pueda explicarse en modo alguno en términos "táctico-políticos"?

    En fin, perdón por lo desordenado del comentario, pero leyendo el post (y el análisis que hiciste de los resultados recientes en Mendoza; donde, ya que estamos, te preguntaría: ¿de qué manera establecen, imagino que en el PTS, que el resultado local del FIT con Nico como candidato puede significar un mejor posicionamiento a nivel nacional para el momento de las presidenciales?), decía, que me interesaba conocer tus opiniones al respecto.

    ¡Saludos!

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