El "motín" y sus consecuencias. Apuntes para un análisis


La foto del jueves pasado era "de otro partido": habían salido pocos días atrás a cacerolear las clases medias derechistas, ahora los milicos levantiscos estaban en las calles y, como si fuera poco, un testigo desaparecido. La suma aritmética de esta seguidilla de acontecimientos podía llevar a la lectura de la apertura de una "situación reaccionaria" o de un marcado giro a la derecha del escenario político. Sin embargo el álgebra de la política complejiza el análisis y la situación es más contradictoria, si se observa la película.

Los "moderadores" del "motín"

En uno de los intercambios diarios que tenemos con Juan Dal Maso, él planteó una interesante definición -que después fue centro de polémicas varias- para un pensamiento que nos había surgido con la lectura de esta nota de Página 12  (y en parte también de este post de Ezequiel Meler): lo que la investigadora del CONICET está diciendo es que en última instancia, la movida de los gendarmes y prefectos es un "homenaje al peso social del movimiento obrero". O dicho de otra manera, la forma que toma la protesta es un reconocimiento de los límites que impone la relación de fuerzas que se remonta al hecho fundante de los años kirchneristas, es decir, al 2001. (Aunque también remite a la "renguera estatal" que dejó la caída de la dictadura y la derrota en Malvinas en relación al Estado y sus FFAA).
Partimos de lo básico y elemental, por supuesto, la política y el programa es contra un movimiento que es reaccionario en tanto pretende fortalecer una institución represiva del estado, y a la que buscaban investir de un nuevo halo democrático para la reconciliación. Uno de los  aspectos de la restauración. 
Pero acá queremos problematizar los límites y los contornos que adoptó el movimiento y las relaciones de fuerzas más generales que actúan como condicionantes.
El motín de los uniformados no tomó la forma de una "asonada" o de un movimiento destituyente. Aunque si el enfrentamiento tendía hacia los extremos, es decir, si el gobierno no retrocedía, nadie podía descartar que se diera un salto hacia un movimiento que al grito de "no somos golpistas", terminara yendo contra el gobierno y abriendo una situación incierta.
Pero la camarilla gobernantes está llena de inútiles y de internas, propias de sus formas "bonapartistas" de gobierno...pero no son locos.
El gobierno retrocedió de inmediato con los descuentos, que era lo importante para intentar descomprimir y abrir el canal de negociación, aunque (como dijo un amigo), la "contraofensiva" de Abal Medina a la mañana siguiente fue tan miope como la del ´79 (ahora de moda por la "Infancia Clandestina"), pero con consecuencias un poquito menos trágicas.
El primer "moderador" de la situación general es el elemento económico. En un año con desaceleración, pero sin catástrofe inminente, con sintonía fina, pero sin ajustazo, y en el marco de un mundo en crisis aguda, es la base de un reformismo de masas. 
Una muestra son las clases medias que entre cacerolazo y cacerolazo, interrumpen su "odio" y su militancia rabiosa y sacrificada, para reventar los lugares turísticos en los fines de semana largo...seguramente para después "continuar la lucha".
El segundo es la relación de fuerzas y la política. Que el movimiento de gendarmes y prefectos no sea un reclamo "a lo Blumberg", y contrariamente, tome las formas de una "paritaria" y de un movimiento defensivo contra el "ajuste", habla por sí mismo de los límites que impone la relación de fuerzas. 
La "fuerza moral" que les brinda el tener cierto apoyo y empatía popular se sostiene mientras el "planteo" se mantenga dentro de esos límites. Además de cierta "imbricación" (por lo menos pensable) de sectores populares con una fuerza que tiene un poco de mejor fama que las policías bravas y que tuvo un proceso de "plebeyización" que puede producir cierta identificación social (eso es lo interesante y no la política, del planteo de Meler).
Con los cacerolazos se vio un fenómeno parecido, aunque el componente social estaba más claro. Los derechistas que quieren enriquecerse en paz, dejar de mantener vagos y negros, adornaron su reclamo con algo del relato democrático (y republicano) y los cronistas de la "corpo" se gastaron la lengua relatando toda la movida ellos, porque no podían abrirle el micrófono a los "luchadores" del 13 S. que no desbordaban discursos y programas precisamente... "hegemónicos".
Más en general, esto no quiere decir que con la evolución de la situación, no puedan emerger y ganar apoyos demagogos de derecha (De Narváez -2009), sino que, ellos o el gobierno, tienen el límite del marco general.

Sindicalismo, corporativismo y el "motin" 

Si estos movimientos son todo lo derecha que la relación de fuerzas les permite ser, el apoyo o la empatía popular o de sectores del movimiento obrero también hay que situarlos en este marco. 
¿Hay una diferencia cualitativa en la conciencia del obrero medio o los sectores populares que ayer simpatizaban con el reclamo de Moyano contra el impuesto a las ganancias y hoy con el reclamo de los uniformados?
Por supuesto que hay una diferencia de contenido, de las que se parte para el posicionamiento político y programático. Pero no vemos diferencias de calidad, desde el punto de vista de su conciencia, entre el corporativismo sindicalista de ayer y la simpatía con el reclamo "salarial" de los "verde-caki", que toma la forma de una paritaria y se ven obligados a aclarar que sus intenciones no son más que esas. Es decir, no hay un deslizamiento profundo "a la derecha", en el marco de que no es una "Semana Santa" (como incorrectamente se dice acá).  
O es de derecha, para decirlo en otros términos, en tanto que el reformismo y sindicalismo son "de derecha", desde el punto de vista revolucionario de los intereses históricos de la clase obrera en tanto potencial clase hegemónica. Y la precisión es importante para el diálogo político paciente que sepa captar los matices del descontento difuso, el segundo paso después de sentar los principios. Descontento que, por otra parte, no podía manifestarse de otra manera en una situación de declive de la economía y del gobierno, pero sin catástrofe y ni dura lucha de clases y de persistencia del reformismo.
Y si semanas atrás fueron las clases medias derechistas, puede pensarse (como bien definió otro amigo en los acalorados debates de estos días), que ahora fue "la emergencia de la argentina plebeya". Descontentos que, por supuesto, tienen sentido y dirección opuestas, pero con un componente social similar, entre los uniformados (muchos plebeyos que ascienden socialmente con el encuadramiento) y los secundarios de los colegios técnicos.
Lo interesante es cuánto de caja de resonancia de futuros descontentos obreros se manifiestan en estos síntomas.

Crisis política del "bonapartismo"

Como ya se dijo acá, por arriba la crisis política está en curso y el gobierno en una encrucijada. La restauración de la autoridad estatal no recompuso un régimen estable, más allá de la fortuna de la economía. Las corporaciones fortalecidas y alentadas para lograr su "colaboración" en la restauración, como camioneros o ahora ese intento de guardia nacional "democrática nacional y popular" (Gendarmería), que consideraban "tropa propia", se dan vuelta y exigen lo suyo por los servicios prestados, demostrando que quieren más guita y poder y menos relato. El bonapartismo de "manta corta" recibe una "fidelidad" directamente proporcional a su "revolución". Y como en cada crisis (en su momento con los camioneros), la nueva juventud militante brilla por su ausencia,  los "Unidos y organizados" solo atinaron a cacarear "contra el golpe" de los "Enfierrados y alborotados", parafraseando la chicanea de un bloguero de la mazorca. Aunque el problema principal, más que su (des)orientación, es su escasa construcción (siendo estado y gobierno!). En la juventud "compiten" con la izquierda, la única que tiene construcción real, como reconoce un editorialista K.
La alternativas de resolución teñirán los tiempos por venir. Si hay un cambio tipo "sale Garré, entra Berni" (o mejor dicho termina de salir), y este continua su deriva hacia un giro más de orden, le abre una crisis con la maltrecha ala izquierda (el triste papel de un deslucido Verbitsky algo dice sobre esto) y una posibilidad para la izquierda real.
Pero para las consecuencias de la resolución es mejor esperar y ver... Lo que sí puede afirmarse es que el gobierno no puede salir bien parado de ninguna manera. 
Entre paréntesis, y esto hay que reconocerlo, lograron que se calle un poco la boca y algo de descanso de la cadena nacional (sí, suena clarinezco, pero el que no estaba harto que tire la primera piedra).

A la izquierda

En la izquierda cada uno está cumpliendo más o menos su rol. Algunos volviendo a derrapar, de la Rural a la cacerola y de ésta a la sindicalización de la gorra; otros con un centrismo líquido casi perfecto, inclinado a la derecha, pero cuidando las formas.
El punto es que, como intentamos explicar, "lo coyuntural" (manifestaciones de derecha más o menos encubiertas), no cambia "lo orgánico" (la relación de fuerzas), haciendo nuestro uso de Gramsci; y el gobierno es centrífugo y su agenda política ya no tracciona y pierde por derecha, como por izquierda, también con los límites de la no radicalización. El #7D seguramente emergerá otra vez, pero es una discusión para la secta propia, el rating de Lanata (que pasó a dirigir ideológicamente a Clarín, explicándole a Magnetto que la disidencia, justamente es "difusa"), es una demostración, aunque ahora anda haciendo de "escuálido" en Venezuela.
Y este panorama general abre más oportunidades que "peligros" (por ahora), para la preparación y la construcción por izquierda.

(A pocas horas del resultado en Venezuela, veremos que pasa, algo dirá también de la relación de fuerzas continental...)


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