La plasticidad imprudente del kirchnerismo “crítico”




Fernando Rosso
@RossoFer

La folklorización del agrupamiento intelectual autodenominado Carta Abierta, en esta fase de retirada y decadencia del kirchnerismo, lleva quizá a que no se le preste la debida atención a los debates que semanalmente llevan adelante en el ámbito de la Biblioteca Nacional, donde realizan sus asambleas de las cuales luego se suben los videos a la web. La intervención del sociólogo y ensayista Horacio González, quién es además director de la Biblioteca, en la reunión realizada el sábado 26 de abril pasado fue verdaderamente reveladora de las paradojas que atraviesa el kirchnerismo “crítico”. 
“Acompañamos al kirchnerismo, festejamos al kirchnerismo, somos kirchneristas”, sentenció de entrada González y arrancó el aplauso espontáneo de los participantes. 
Sin embargo, a renglón seguido afirmó: “días pasados, un conjunto de diputados que como nosotros se dicen kirchneristas y lo son sin duda, porque una buena parte de la identidad es lo que nos atribuimos ser y no solo lo que nos adjudican, presentó un proyecto para controlar manifestaciones en la vía pública, ese proyecto fue rápidamente retirado porque era inviable desde el punto de vista de esos límites que a veces parecen invisibles y difusos para definir qué es o qué no es kirchnerista. No parecía ser un proyecto kirchnerista”. Y finalmente remató: “en buena hora que ese proyecto se haya retirado, porque hubiese rebajado nuestro modo de ser kirchneristas”. La conclusión desató un segundo aplauso, esta vez un poco más ecléctico y hasta razonadamente culpable.
Se refería al proyecto presentado por los diputados Juan Manuel Pedrini, Carlos Kunkel y Diana Conti, y respondía al pedido de “reglamentar los piquetes” que hizo la misma presidenta en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional en marzo pasado. Para mayor desgracia del progresismo o del kirchnerismo “puro”, en lo central del articulado, el proyecto era casi calcado del Decreto Supremo 1806 que promulgara la dictadura de Pinochet en Chile en 1983. A los pocos días de que se hiciera público, tuvo que ser virtualmente retirado o cajoneado porque recibió el rechazo de un amplio espectro de organizaciones sociales, políticas y de los derechos humanos, incluidas no pocas que se reclaman kirchneristas. La zanahoria que correspondía a este garrote vino de la mano de la presentación de otro proyecto “complementario” de autoría también de la diputada Diana Conti y la diputada del Movimiento Popular Neuquino Alicia Comelli y que contiene un verdadero chantaje: aceptar un cercenamiento al derecho de protesta a cambio de una amnistía para los procesados en luchas sociales desde el 2001, con excepción de los casos con acusación de homicidio.
Pero esta no es, para González, la única cuestión que está rebajando su “forma de ser kirchneristas”. Con su refinado lenguaje habitual, también denunció la tentación en las áreas periféricas de todo movimiento político -un eufemismo para referirse al propio kirchnerismo- que hacen pasar toda la política argentina sobre una “hipótesis de seguridad”, que incluye esta ley y otras agendas ajenas a cualquier concepto de “seguridad democrática”, ya que son “herederas difusas de los años del terror”. Dicho en criollo, reconoció que desde el mismo seno de la coalición de gobierno se toma o de mínima se acepta la agenda de Massa o Macri, en relación a la llamada “inseguridad”, lo que deriva en que en un área tan “periférica” como la misma provincia de Buenos Aires, Scioli decrete la “emergencia en seguridad” por un año, que se redujo a un mayor poder para la policía brava y menores libertades de circulación para una juventud estigmatizada. Y en la periferia de la periferia, el Ministro de Seguridad del gobernador bonaerense, Alejandro Granados, exige restablecer el viejo servicio militar para todos aquellos jóvenes que no tienen acceso al trabajo, ni al estudio. El mismo Granados en el municipio de Ezeiza había sido el impulsor de una ordenanza que declara a la ciudad como “pro- vida” y que fue votada en forma unánime por las y los concejales el 21 de noviembre del año pasado. En los cada vez más cercanos límites fronterizos, el kirchnerismo se mezcla y se transfigura con agendas “herederas” de lo más rancio de las tradiciones de las derechas argentinas. Y el gran drama es que hacia el 2015, estas “periferias” están en rumbo acelerado a convertirse en “centro”, de la mano del mismo kirchnerismo. 
Aunque en la negativa al derecho democrático al aborto legal, seguro y gratuito –la ordenanza apunta a fortalecer la lucha contra ese derecho- tanto la “periferia” (Granados), como el “centro” (Cristina), bendecidos por el “supra-centro” (Francisco), coinciden, y solo se diferencian en los medios para llevar adelante la cruzada.
La agenda de “seguridad”, según González, expresa la plasticidad inesperada e imprudente del kirchnerismo que quiere parecerse a los temas exitosos de hoy. 
Pero además, reconoció que la ley de medios está estancada. Está vigente y no está vigente, poco y nada se ha avanzado desde el “Clarín miente”, porque la dinámica está presa de las propias especulaciones del grupo. Traducido: la readecuación del monopolio, no implicó ningún cambio sustancial en su poder económico y político, la “batalla cultural” murió en una simple maniobra legal y contable del grupo.
También denunció el negocio en el trazado de la línea ferroviaria de la minera “La Alumbrera” hacia el puerto de San Lorenzo en Santa Fe, una empresa que tiene un acuerdo con el gobierno; la “contradicción” entre la nacionalización parcial de las acciones de YPF y el acuerdo con la norteamericana Chevrón; o la compra de un grupo del capitalismo chino de la gran acopiadora de granos Nidera. Todos temas que en el diplomático lenguaje de los cartaabiertistas deberían estar sujetos a “mayores análisis”. 
Pero lo más interesante está en la conclusión general. Según González, las opciones de la Argentina no pueden quedar entre dos fórmulas del capitalismo: el capitalismo empresarial clásico vinculado a La Nación, al monopolio Clarín, a la Sociedad Rural, a Techint y a la Mesa de Enlace; y otro vinculado a fuerzas internacionales cuyos intereses remitirían a la reprimarización de la economía argentina y a la fuerte actuación de las grandes estructuras económicas a las que pertenecen estas empresas petroleras y mineras que, por otro lado, “tienen menos retenciones que la soja” (sic). 
Agenda represiva hacia la protesta social, y “securitaria” contra la juventud pobre o trabajadora, subordinación a los poderes económicos internacionales que solo pueden llevar a la reprimarización de la economía -como las grandes empresas petroleras o minerías-, o derrota de la “batalla cultural” de la ley de medios; además de ajuste más o menos ortodoxo (“detalle” que no fue nombrado entre las cuestiones que necesitan “mayor análisis”), podrían configurar todo un programa de ruptura con el gobierno que tiene esta orientación. Que esto no suceda demuestra que la plasticidad imprudente y hasta irresponsable no es una cualidad solo de cierto kirchnerismo general o periférico, sino también un patrimonio común de su propia conciencia crítica.

Comentarios

  1. El artículo adolece de una inconsecuencia lógica: empezás relatando que la crítica interna logró dar de baja un proyecto represivo y luego concluís que la no ruptura del kirchnerismo crítico es "imprudente y hasta irresponsable". Te he leído mejores construcciones y menos chicaneras.

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