Menemismo crepuscular en "the Scioli moment" (un homenaje a los 25 años)



En este día del aniversario de las Bodas de Plata del primer triunfo de Menem, aquel 14 de mayo de 1989, estuvimos hurgando con el amigo Juan Dal Maso en los archivos digitales de la Revista UNIDOS. Una publicación peronista de los años 80s., primero dirigida por Carlos “Chacho” Álvarez y después por Mario Wainfeld; en la que participaban entre otros, Arturo Armada, Nicolás Casullo, Claudio Lozano, Alcira Argumedo y muchos otros (incluso hasta Felipe Solá). 
Después de la crisis y la bruma del 2001, la sobreproducción de relato, los derechos humanos, el setentismo, Cámpora, el gobierno “montonero”; y la condena absoluta y unánime “a los 90s”, parece que “izquierdistas, progresistas, nacionales y populares”, somos todos.

Y justo en momentos en que el kirchnerismo, sus intelectuales y escribas se proponen entregarle el poder en la transición a Scioli, con el “rudo” Ranzdazzo, los zonceras de Anibal Fernández, el sojerismo de Julián Domínguez y el “federalismo” de Uribarri; haciendo el circo de la interna; es bueno recordar la lógica que los “nacionales y populares” tuvieron antes y después del triunfo de Menem. Hoy, como ayer, dicen (y si no lo dicen, lo piensan), Scioli será el “mal menor”, que como es obvio, siempre es el camino más rápido al mal mayor. O sea que repiten la "fe" (ver abajo) en el dogma de la resignación...y eso 25 años después!
Posteamos algunos extractos de artículos de Mario W., el cronista semanal de Kirchnerismo (poco) crítico, y una perlita del encuestador oficial, el camarrrada althuseriano-peronista, Artemio López 
(De la revista también participaba la “conciencia crítica” de Horacio González, de quien nos ocuparemos en otra ocasión)


En un artículo titulado, "Entre el riesgo y la esperanza" de poco más de un mes antes del triunfo de Menem, en el número 20, de abril de 1989, Mario Wainfeld decía (las negritas son nuestras):

Sin opciones, ante la estolidez del radicalismo, parece deseable y posible que el peronismo gane las elecciones. Aprobó sus "exámenes" democráticos. Procesó la interna más participativa y transparente habida en la Argentina desde 1983. Ventiló su conflicto interno en forma pacífica y democrática insospechada para muchos. Ungió al candidato más popular de los que hoy se postulan. Claro que esa victoria fue un shock y una derrota para la línea que más había hecho por la transparencia y participación en la interna y por la discusión dentro del peronismo.
Con contradicciones, con una pobre campaña, este peronismo que ungió limpiamente a un candidato democrático y popular es más que sus reales alternativas existentes, básicamente por ser el opositor dentro del bipartidismo. Es "el otro" que se opone al mal gobierno. Debe ganar –por lo menos– como castigo a la desastrosa gestión radical. Es el portavoz de la esperanza de los excluidos por la actual democracia de pasillo.
Las masas que votarán a Menem lo harán esperanzadas en las promesas de justicia social, revolución productiva, salariazo. El voto al peronismo no será un cheque en blanco sino un aval que pronto puede volverse boomerang electoral como ocurrió con el voto alfonsinista después del '83.
La victoria radical sería leída como ratificación de su desastrosa gestión; espaldarazo a Sourrouille, a Terragno, hasta a Reinaldo o Mazzorín. El voto peronista no se traduciría como impunidad de la mala gestión porque no lo fue la del actual peronismo. Al menos si se la compara con la del radicalismo.
El actual peronismo no es (ni de lejos) el que muchos soñamos y empujamos para conseguir. Pero lo que es le basta para ser mejor propuesta que la UCR.
Reconocerse minoritario no implica arriar banderas o abandonar el debate interno. Menem tiene la legitimidad y "los cavallos" el prestigio pero –si uno está en lo cierto y no hay ajuste popular– los prestigiosos economistas se deteriorarán cuando empiecen a gobernar y la legitimidad de Menem se verá en entredicho si su gobierno no satisface demandas populares. Lo que potencia a los sectores críticos del peronismo (p. ej. ubaldinismo, "25", Busti, Brunati, el MRP de Abdala–Alvarez) no es su posicionamiento actual sino la tozudez de la realidad que no permitirá ratificación popular del ajuste por derecha.
Los sectores más críticos del peronismo (sean sectores políticos, sean ubaldinismo y los "25") tienen ante sí la misión de no ser ni la JP del 73 que dijo a todo que "no" ni la Cordi de los 80 que dijo a todo que "sí". Su deber será apuntalar a su gobierno en la búsqueda de los aciertos pero también señalar errores, proponer alternativas, criticar, exigir cambios o hasta oponérsele si fuera menester. Es muy peliagudo ser oficialista y crítico a la vez sobre todo si (como sucederá en mayor o menor medida con todos los sectores del peronismo) se comparten espacios institucionales de poder. Se estará siempre entre la tentación del apoltronamiento y el riesgo de la ruptura. Difícil equilibrio será el de combinar el acceso y la permanencia en espacios institucionales (amados por la Cordi y desdeñados por la JP setentista) con la construcción de instancias que no dependan sólo de esos espacios y que mantengan vivos objetivos que trasciendan la construcción misma.
Ya dije, esos sectores cuentan (contamos) con un aliado invalorable: la obstinada realidad que cierra el camino del consenso a toda propuesta dependiente o injusta.Para acompañar a ese aliado tendrán que paliar déficits que no le son exclusivos, pues conciernen al peronismo todo y aún al famoso "campo popular": su dificultad para articular con compañeros afines y su falta de propuesta.
Acaso viole una convención del género si refiero al lector cuantas vueltas tuve que darle a esta nota. Hay momentos en que el privilegio y el placer de escribir se vuelven carga. Sucede cuando las incógnitas golean a las seguridades. Siempre hay algo de omnipotencia en quien escribe. Siempre hay alguna fe en lo que se dice. Cuando faltan, la escritura deviene tarea engorrosa, sufrida.


Un año después, en el número 21 de mayo de 1990, en un artículo titulado "Ni vergüenza de haber sido ni el dolor de ya no ser", el mismo Wainfeld cambiaba el tono y la forma de su resignación (las negritas son nuestras):

"Es distinto advertir que la Argentina estaba en julio del '89 frisando la desintegración que aceptar que la única solución era entregar (sin contraprestación ni control) el manejo de poder estatal a los responsables principales de esa desintegración. Es sensato detectar la existencia (y la hegemonía) de los grandes grupos económicos cuyos intereses son difíciles de contrariar. Pero registrar la existencia de tales intereses no puede implicar (como implicó) aceptar y endiosar sus tradiciones comportamientos antisociales, su voluntad especulativa, su desaprensión a la hora de pagar impuestos.
Es distinto el pragmatismo de saber que los peces grandes se comen a los chicos del cinismo de confiar a los peces grandes la salud, la educación y vivienda de los peces chicos (que los debe tener muy sin cuidado).
Es distinto sopesar la debilidad con que se asume el gobierno (consecuencia de una serie de desdichas históricas) que definir esa debilidad –tan luego– como el fin de la historia, la culminación deseable de la saga peronista. Eso y no otra cosa dijeron Menem y acólitos de la alianza con el liberalismo. No que fuera una debilidad contingente y forzada, una tabla de salvación transitoria. La definieron como un modelo magnífico; en su nombre rompieron alianzas, violaron promesas y cedieron graciosamente buena parte del poder que habían obtenido merced al voto.
No se trata ya que se acometió el ajuste. Se acometió con el programa (y la sensibilidad) de los otros (ajuste insensible! NdR). Por eso se pudo concebir y aprobar en días las leyes de Emergencia económica y de Reforma del estado y no se pudo aún hoy diseñar algún razonable plan de ayuda social. Se adujo sinceridad al reconocer a "los poderes reales". No se reconocieron todos (ya volveré sobre esto); apenas los del establishment.
Aún aceptando que debía asumirse un nuevo modelo económico (es demasiado aceptar) es innegable que tamaña decisión debía acompañarse con varias discusiones que fueron omitidas o silenciadas metódicamente: cómo se repartían los costos del ajuste; cuánto pagarían los que más tienen (en poder, en bienes y en responsabilidades de la generación de la crisis); qué políticas sociales harían más tolerable la etapa para los más sumergidos. Era necesario que el achicamiento del déficit fiscal no agravara injusticias preexistentes (y no sólo de este último factor); que la política tributaria fuese más equitativa que la vigente e impusiera mayor esfuerzo a los grandes contribuyentes. Nada de eso (pre) ocupa a buena parte de los integrantes de nuestro gobierno. Nada conmueven a los liberales de primera hora o a los conversos la justicia impositiva o el gasto social. Ni su mente ni su libido se estremecen con la justicia social.
Alertamos por años sobre el riesgo de una concertación en la que confluyeran en paridad trabajadores y empresarios; pecamos de pasmosa ingenuidad. No hubo –tan siquiera– esa pulseada despareja. El peronismo otorgó pleno poder a Bunge y Born mientras comisionaba a sus mejores hombres (Triaca–Barrionuevo) para desguazar la CGT. Le salió mal, claro, pero eso tiene que ver con la capacidad resistente del "otro peronismo"... 
(…) Reformar el estado es adecuarlo a nuevas funciones, a cuyo efecto despedir a los empleados cercanos a jubilarse y congelar las respectivas vacantes es tan funcional como despedir a los pelirrojos o a los hinchas de San Lorenzo (aunque en ambos casos serían menos). Ese criterio es ominosamente economicista: sólo pondera el costo salarial y omite todo análisis funcional. (¿despidos criteriosos? NdR)

Y un simpático y ejem...¿inocente? Artemio López, junto al bueno (para cualquier negocio) de Claudio Lozano, en un artículo titulado "Turco que me hiciste mal y sin embargo te quiero", luego de que Menem ganara la interna, en el número 19, de octubre de 1988 pedían "tiernamente": 
"El compañero Carlos Menem, quien para el imaginario político de una indiscutible mayoría del pueblo peronista, pudo colocarse POR FUERA de esa política evidente, tiene ahora abierta la posibilidad de transformarse en referencia central de una nueva práctica política (Pssss NdR), capaz de construir otro poder en nuestra sociedad. El poder hoy ausente de quienes en medio de esta ilusión política, cada día más evidente, no han sido ni son sino un detalle".


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